27.6.12

Los Primeros Juegos Olímpicos de la Era Moderna


Espacio editorial del Mgter. Lic. Alberto Moro, director de Museo del Deporte "Pierre de Courbertin" (La Falda - Córdoba).

En su segunda presentación:
Los Primeros Juegos Olímpicos de la Era Moderna: Atenas 1896.



Año Olímpico Londres 2012 – Informe del Museo del Deporte – La Falda


 LOS PRIMEROS JUEGOS OLÍMPICOS DE LA ERA MODERNA:

ATENAS 1896

Por Alberto E. Moro






El escenario, magnífico, estaría preparado en la fecha prevista. Faltaba asegurarse el concurso de los actores. Las inscripciones definitivas tardaban en llegar y, como siempre, no sin problemas. Los alemanes se ofendieron por algunas noticias periodísticas francesas que les desagradaron, por lo que amenazaron con no concurrir, haciendo necesaria una rápida y profunda operación diplomática para superar los malos entendidos. Pero las noticias de Suecia, Inglaterra, Rusia y Grecia, eran alentadoras. El gobierno francés, por su parte, pretendía desconocer el movimiento encabezado por Pierre de Coubertin, y les parecía una pretensión inadmisible la solicitud de que subsidiaran el viaje de los deportistas de su país. La Unión de Sociedades de Tiro francesas, a su vez, decidió no participar argumentando que les parecía “increíble que los organizadores de los Juegos Olímpicos hayan podido imaginar que la Unión Nacional de Francia se convertiría en un anexo de su comité, y que el tiro fuera a ser una rama incorporada y encastrada en un conjunto de deportes”. Estas palabras muestran claramente el elitismo y la soberbia que existía en algunos grupos, y la desconfianza que reinaba acerca de la idea de reunir a todos los deportes en una gran manifestación colectiva. Pero el buen sentido prevaleció finalmente, y los atletas franceses no faltaron a la cita para representar a Francia al pie de la Acrópolis.
Uno de los mayores logros de Coubertin fue el de reunir a los cultores de los diferentes deportes en una realización común, limando las asperezas, los enfrentamientos y las mutuas sospechas que entonces los separaban. Contrariamente a lo que muchos detractores quisieron hacer creer después, en los primeros juegos no solo se realizaron algunas competencias atléticas, sino que numerosos deportes integraron el programa, juntos por primera vez. Cada uno de ellos con su abanico de pruebas y variantes. Estuvieron el atletismo de pista con sus carreras, saltos y lanzamientos; la gimnasia individual con sus aparatos y las prestaciones de conjunto; la esgrima con florete, sable y espada; el tiro con armas de guerra, carabina y pistola; el yachting y el remo con sus especialidades; la natación en velocidad y fondo, y el water-polo; el ciclismo de pista; la equitación con sus pruebas; y el tenis en simples y dobles.
Técnicamente, estos primeros juegos carecieron de relevancia, en el sentido de que no se batió ninguno de los records existentes entonces. Pero hubo un hecho conmocionante y sorpresivo, un verdadero premio para Grecia, que merece ser rescatado aún en este escrito que no apunta a los aspectos deportivos.
Habiéndose instituido por primera vez la carrera de Maratón, en homenaje al mito y por que no a la historia, los organizadores no las tenían todas consigo. Previamente, incluso habían existido controversias acerca de la conveniencia de hacer correr una distancia idéntica a la que le había costado al vida a Filipedes, en el año 490 antes de Cristo.
Los países destacados en este tipo de pruebas de fondo eran naturalmente los países germánicos, anglosajones y del centro de Europa, y los Estados Unidos. Pero sucedió lo inesperado, y ante el estupor de casi todos los técnicos y el delirio de los sesenta mil espectadores, el griego Spyridion Louys, un “improvisado” corredor, fue el primero en llegar a la meta, provocando el descontrolado entusiasmo de “sus altezas reales”, ya que los propios príncipes Constantino y Georges lo llevaron “en andas” triunfalmente para depositarlo ante el trono de mármol donde el rey, de pie, lo esperaba. En palabras de Pierre de Coubertin, fue “uno de los espectáculos más extraordinarios que recordaba”, donde “parecía que toda la antigüedad helénica entraba con el vencedor”. Ajeno a todo entrenamiento que pudiera calificarse de científico, los hados le habían sido propicios pues, según sus propias manifestaciones, había pasado la noche anterior en ayunas, rezando ante sus íconos a la luz temblorosa de los cirios.
Cerrando este breve comentario acerca de los primeros juegos olímpicos de la era moderna, citamos textualmente a Pierre de Coubertin, cuando -según relata en sus memorias- ya de regreso, vio en una escala en Corfú a un grupo de niños griegos que “jugaban” a ser olímpicos, desfilando y colocándose coronas de olivo en las sienes. “Este gesto simbólico, cumplido de nuevo en Atenas, después de tantos siglos transcurridos –meditó entonces-, les proporciona un contacto inconsciente con su magno pasado vagamente presentido”.
Ciento dieciséis años después, los sueños de un visionario siguen en pie para celebrar lo que se ha ya convertido en el mayor espectáculo del mundo que puede ofrecer una ciudad, visto por miles de millones de personas en todo el planeta: los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Y los griegos, al margen de sus actuales problemas, han recuperado la conciencia de su magnífico pasado…

La Falda, Junio de 2012
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