Espacio editorial del Mgter. Lic. Alberto Moro, director de Museo del Deporte "Pierre de Courbertin" (La Falda - Córdoba).
En su segunda presentación:
Los Primeros Juegos Olímpicos de la Era Moderna: Atenas 1896.
Año Olímpico Londres 2012 – Informe del Museo del Deporte – La Falda
LOS PRIMEROS JUEGOS OLÍMPICOS DE LA ERA MODERNA:
ATENAS 1896
Por Alberto E. Moro
El
escenario, magnífico, estaría preparado en la fecha prevista. Faltaba
asegurarse el concurso de los actores. Las inscripciones definitivas tardaban
en llegar y, como siempre, no sin problemas. Los alemanes se ofendieron por
algunas noticias periodísticas francesas que les desagradaron, por lo que
amenazaron con no concurrir, haciendo necesaria una rápida y profunda operación
diplomática para superar los malos entendidos. Pero las noticias de Suecia,
Inglaterra, Rusia y Grecia, eran alentadoras. El gobierno francés, por su
parte, pretendía desconocer el movimiento encabezado por Pierre de Coubertin, y les parecía una pretensión inadmisible la
solicitud de que subsidiaran el viaje de los deportistas de su país. La Unión
de Sociedades de Tiro francesas, a su vez, decidió no participar argumentando
que les parecía “increíble que los organizadores de los Juegos Olímpicos hayan
podido imaginar que la Unión Nacional de Francia se convertiría en un anexo de
su comité, y que el tiro fuera a ser una rama incorporada y encastrada en un
conjunto de deportes”. Estas palabras muestran claramente el elitismo y la soberbia
que existía en algunos grupos, y la desconfianza que reinaba acerca de la idea
de reunir a todos los deportes en una gran manifestación colectiva. Pero el
buen sentido prevaleció finalmente, y los atletas franceses no faltaron a la
cita para representar a Francia al pie de la Acrópolis.
Uno de
los mayores logros de Coubertin fue el de reunir a los cultores de los
diferentes deportes en una realización común, limando las asperezas, los
enfrentamientos y las mutuas sospechas que entonces los separaban.
Contrariamente a lo que muchos detractores quisieron hacer creer después, en
los primeros juegos no solo se realizaron algunas competencias atléticas, sino
que numerosos deportes integraron el programa, juntos por primera vez. Cada uno
de ellos con su abanico de pruebas y variantes. Estuvieron el atletismo de
pista con sus carreras, saltos y lanzamientos; la gimnasia individual con sus
aparatos y las prestaciones de conjunto; la esgrima con florete, sable y
espada; el tiro con armas de guerra, carabina y pistola; el yachting y el remo
con sus especialidades; la natación en velocidad y fondo, y el water-polo; el
ciclismo de pista; la equitación con sus pruebas; y el tenis en simples y
dobles.
Técnicamente,
estos primeros juegos carecieron de relevancia, en el sentido de que no se
batió ninguno de los records
existentes entonces. Pero hubo un hecho conmocionante y sorpresivo, un
verdadero premio para Grecia, que merece ser rescatado aún en este escrito que
no apunta a los aspectos deportivos.
Habiéndose
instituido por primera vez la carrera de Maratón, en homenaje al mito y por que
no a la historia, los organizadores no las tenían todas consigo. Previamente,
incluso habían existido controversias acerca de la conveniencia de hacer correr
una distancia idéntica a la que le había costado al vida a Filipedes, en el año
490 antes de Cristo.
Los
países destacados en este tipo de pruebas de fondo eran naturalmente los países
germánicos, anglosajones y del centro de Europa, y los Estados Unidos. Pero
sucedió lo inesperado, y ante el estupor de casi todos los técnicos y el
delirio de los sesenta mil espectadores, el griego Spyridion Louys, un
“improvisado” corredor, fue el primero en llegar a la meta, provocando el
descontrolado entusiasmo de “sus altezas reales”, ya que los propios príncipes
Constantino y Georges lo llevaron “en andas” triunfalmente para depositarlo
ante el trono de mármol donde el rey, de pie, lo esperaba. En palabras de
Pierre de Coubertin, fue “uno de los espectáculos más extraordinarios que recordaba”,
donde “parecía que toda la antigüedad helénica entraba con el vencedor”. Ajeno
a todo entrenamiento que pudiera calificarse de científico, los hados le habían
sido propicios pues, según sus propias manifestaciones, había pasado la noche
anterior en ayunas, rezando ante sus íconos a la luz temblorosa de los cirios.
Cerrando
este breve comentario acerca de los primeros juegos olímpicos de la era
moderna, citamos textualmente a Pierre de Coubertin, cuando -según relata en
sus memorias- ya de regreso, vio en una escala en Corfú a un grupo de niños
griegos que “jugaban” a ser olímpicos, desfilando y colocándose coronas de
olivo en las sienes. “Este gesto simbólico, cumplido de nuevo en Atenas,
después de tantos siglos transcurridos –meditó entonces-, les proporciona un
contacto inconsciente con su magno pasado vagamente presentido”.
Ciento
dieciséis años después, los sueños de un visionario siguen en pie para celebrar
lo que se ha ya convertido en el mayor espectáculo del mundo que puede ofrecer
una ciudad, visto por miles de millones de personas en todo el planeta: los
Juegos Olímpicos de Londres 2012. Y los griegos, al margen de sus actuales
problemas, han recuperado la conciencia de su magnífico pasado…
La Falda, Junio de 2012
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