Museos que cierran, museos que ya se fueron,
museos en peligro. “Al leer en los diarios las últimas noticias sobre la no
apertura o lisa y llanamente el cierre de diversos museos en Argentina, recordé
un viejo artículo que había escrito”, expresó Alberto E. Moro.
Al
respecto escribió en un diario cordobés y reproducido luego por otros medios,
titulado Museos privados, ¿ser o ser?, publicado en la Falda en el que por lo
visto, titulaba con una pregunta que está plenamente vigente. Conocía entonces y
conozco ahora aun más que antes, las enormes dificultades que enfrenta quienes
quieren mantener abierto contra viento y marea un museo en soledad y sin apoyos
materiales. Pero, al parecer, las dificultades subsisten aún cuando se trate de
museos privados con ayuda oficial, como fue el desaparecido Museo Ambato de La
Falda y aún con museos oficiales, es decir, que están totalmente a cargo de
entidades pertenecientes al Estado.
El anuncio en los diarios de que la Casa-Museo del gran escritor argentino Manuel Mujica Láinez, situada en La Cumbre, una localidad cercana a donde esto se escribe, está por cerrarse por su inviabilidad económica, refrenda mi tesis acerca de que ningún museo es no solo rentable sino ni siquiera sustentable si no recibe apoyos externos. Tanto más si ese museo es privado, creado por un entusiasta, un héroe o, lo que es peor, un inconsciente que no percibe que deberá mantenerlo en soledad.
El anuncio en los diarios de que la Casa-Museo del gran escritor argentino Manuel Mujica Láinez, situada en La Cumbre, una localidad cercana a donde esto se escribe, está por cerrarse por su inviabilidad económica, refrenda mi tesis acerca de que ningún museo es no solo rentable sino ni siquiera sustentable si no recibe apoyos externos. Tanto más si ese museo es privado, creado por un entusiasta, un héroe o, lo que es peor, un inconsciente que no percibe que deberá mantenerlo en soledad.
En el caso
de Mujica Láinez, según creo, hay una Fundación detrás, pero eso no es
suficiente cuando el museo no tiene al frente personal creativo y
experimentado, ni está situado en una gran ciudad donde pueda encontrarse una
gran masa de público suficientemente culta y adecuadamente motivada. Parte de
la invalorable traza vital del escritor representada por su biblioteca, según
tengo entendido, ha sido ya enajenada para recaudar fondos.
Gentileza Alberto E. Moro |
Es el caso
también del Museo del Deporte “Pierre de Coubertin” de La Falda, a mi exclusivo
cargo, que inexorablemente dejará de existir cuando no haya un entusiasta y
además entendido en la materia, que le dedique sus energías –nunca mejor
expresado- “por amor al arte” en todas sus formas. Este museo también ha tenido
que vender una de sus piezas más valiosas, única en América Latina, a un
coleccionista extranjero para poder seguir adelante. Esto es tristísimo, aunque
a nadie le importe.
También en
estos días, el mayor diario de Córdoba hacía saber a sus lectores que el Museo
Arqueológico Provincial “Aníbal Montes” de la localidad de Río Segundo-Córdoba,
permanece cerrado desde hace 8 años.
El
importante Museo de Arte Religioso Luis de Tejeda, no obstante encontrarse en
una ciudad capital muy visitada por los turistas, estuvo cerrado dos años,
reabriéndose en el presente por un acuerdo entre el Arzobispado y la
Municipalidad, lo que demuestra que es imprescindible el apoyo de una entidad
económicamente poderosa, ya sea ésta estatal o privada.
Si esto
sucede con los museos bien situados, con apoyos institucionales, que tienen
dificultades para subsistir… ¡Qué queda para los “museos de padre único”, como
los llamó una vez la Unesco, que nacen como una rara flor lejos de las grandes
concentraciones poblacionales y que no cuentan con más recursos que los que
pueden aportarle sus fundadores!
Me he
referido a estos casos puntuales porque han sido registrados por los medios en
la última semana, pero tengo la certeza de que, por lo que he visto a lo largo
del tiempo, hay infinidad de casos similares que se repiten por doquier en
nuestro entorno sudamericano, donde las autoridades por lo general no descubren
o no registran lo que ha sido repetido hasta el cansancio por la UNESCO (1),
por el ICOM (2), por el Pacto de Costa Rica y por todos los organismos
integrados por gente de la cultura con formación humanística en el mundo: Los
museos, la conservación del patrimonio integral, a través de su adecuada y
explicada exposición, constituyen un atractivo turístico de primer orden y son,
además imprescindibles para conferir identidad a los habitantes del lugar donde
se encuentran. Ya he mencionado e otro escrito sobre esta temática el caso
paradigmático del Museo Cuggenheim en la ciudad española de Bilbao que es uno
de los tantos que han reverdecido un lugar decadente.
En
Francia, país de los museos si los hay, también se ha observado desde hace
tiempo la reticencia de “la gente” en general a asistir a los museos como medio
de saber más sobre sí mismas y sobre el mundo que hemos sabido construir,
porque de eso se trata precisamente, de ir a lugares donde uno pueda salir
enriquecido como persona, conociendo más sobre el grupo humano al que pertenece
desde sus orígenes, y sobre el funcionamiento de la sociedad a través del
tiempo. Ante esto un especialista, sin escatimar ironía, en una boutade que da
para pensar hacia dónde vamos, preguntó ¿Quieren que la gente vaya a los
museos? Pues, hagan un concierto de Rock dentro del museo… Y aunque esto no es
más que una broma, nos vienen de perilla las aclaraciones que al respecto acaba
de hacer en una entrevista el experimentado español que será el nuevo Director
Artístico del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba): “Un museo
no es un parque de atracciones. Si alguien quiere eso, o un balde de pochoclo,
sabe a dónde ir. El museo debe ser consumido desde un lugar reflexivo. Que sea
un intercambio intelectual y estético. Cada uno se va a llevar lo que quiera.
Si alguien tiene tres minutos, se va a llevar lo que le quepa en ese tiempo., y
si alguien quiere profundizar hay que ofrecerle esas capas de conocimiento.”
(3)
Las
estadísticas realizadas sobre una veintena de museos franceses por el conocido
antropólogo francés recientemente desaparecido Pierre Bourdieu (4) mostraron
claramente que la concurrencia a los museos depende en gran medida del nivel de
educación que se ha recibido en el hogar y en los institutos de enseñanza, que
son los que crean las llamadas “necesidades culturales”. Que no son las
necesidades básicas, primarias de las que tantos humanos carecen, aún hoy en un
mundo que parecer tornarse cada vez menos equitativo. Y se pregunta por qué
resultan ser esas necesidades culturales que en parte satisfacen los museos, un
privilegio de las personas cultas, educadas, cuando por lo general hay pocas
cosas más abiertas y con mayores posibilidades de acceso que los Museos.
Transcribo textualmente algunas conclusiones de tal estudio: “La existencia de
una relación tan brutal entre la instrucción y el grado de frecuentación de los
museos basta para demostrar que solo la escuela puede crear o desarrollar la
aspiración a la cultura. […]
La escuela podría compensar, al menos parcialmente, las desventajas de los que no encuentran en su medio familiar el estímulo de la práctica cultural.”
La escuela podría compensar, al menos parcialmente, las desventajas de los que no encuentran en su medio familiar el estímulo de la práctica cultural.”
También
explica en cierto modo la relación de los museos con el turismo y la clase
social: “La proporción de la gente que dice haber ido a los museos porque tiene
la costumbre de visitar los museos de las ciudades o de la región que recorre,
crece de modo notable a medida que se asciende en la jerarquía social, lo que
parece indicar que el turismo se concibe con más frecuencia como una empresa
cultural a medida que se asciende en esa jerarquía”.
El estudio
precedente, que es de 1964, me permite aventurar lo que hoy puede observarse en
esta sociedad del espectáculo en la que hemos devenido, la masividad de público
en ciertos espectáculos de menor calidad artística, en comparación con los de
jerarquía más elevada. Porque los distintos niveles de jerarquía en todos los campos,
existen y seguirán existiendo, no obstante el esfuerzo des-jerarquizador que se
hace desde ciertos regímenes políticos demagógicos para nivelar hacia abajo,
hecho observado desde hace tiempo en Argentina. “Todo es igual, nada es mejor,
lo mismo un burro que un gran profesor”, diagnosticaba Discépolo hace ya muchos
años.
¿Qué
pensarían las Musas, hijas de Zeus, Rey de los Olímpicos, y Mnemósine, Diosa y
guardiana de la Memoria, que supuestamente habitan los museos, acerca de todo
esto? Quizás que los que no cuidan la memoria de la humanidad contenida en los
museos son como los que al no saber de dónde vienen, no encuentran nunca
vientos favorables porque no saben hacia donde van…
(1) UNESCO:
Organización de las Naciones Unidas para la Educación y la Cultura.
(2) ICOM:
Consejo Internacional de Museos.
(3) Entrevista
a Agustín Pérez Rubio, La Nación, 1/8/2014, Suplemento Sociedad.
(4) Pierre
Bourdieu. Les Musées et leurs publics, publicado en L’expansion de la recherche
scientifique Nº 21, pág. 26-28, Paris 1964.
Artículo de Alberto E. Moro
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