28.6.16

El día Olímpico en un año Olímpico, por primera vez Sudamericano


Sin pena ni gloria, pasó otra vez en Argentina la celebración mundial del Día Olímpico que se celebra los 23 de Junio en todo el mundo, evidenciando que en nuestro país aún no hay una verdadera cultura olímpica ni adhesión masiva a sus principios, fuera de los actos y los esfuerzos de difusión que se hacen desde el Comité Olímpico Argentino, las Confederaciones de Deportes y el Comité Pierre de Coubertin Argentina.


El Comité Olímpico Internacional, estableció esa fecha en el año 1948, en conmemoración del día 23 de Junio de 1894, momento en el cual en un Congreso convocado por Coubertin en la famosa Universidad de La Sorbona (París), se decidió reinstaurar los Juegos Olímpicos que habían sido suspendidos 1500 años atrás, en el año 393 de nuestra Era.

Argentina es un país con sobredimensionamiento futbolístico, como casi todos los países sudamericanos en razón del subdesarrollo estructural que hace que los deportes más complejos, que requieren instalaciones costosas no puedan prosperar por la falta de la infraestructura necesaria. Y el fútbol es fácil, muy fácil. Con un espacio llano y una sola pelota pueden jugar muchas personas de cualquier edad y sin grandes exigencias pues se trata precisamente de un juego y no de una disciplina exigente, como podrían ser el atletismo o la gimnasia artística, que además requieren el mantenimiento de costosas instalaciones para su práctica activa. Además el fútbol, con el apasionamiento desaforado que genera, tiene siempre como objetivo el triunfo, y dista mucho de encuadrarse en los principios de la filosofía olímpica –que no siempre se cumplen, aceptamos- que preconiza y prioriza la importancia de participar con la aspiración de una superación personal. Acabamos de verlo con el honrosísimo segundo puesto de Argentina en la Copa América, competencia en la cual no haber ganado es casi una ridícula tragedia nacional. Participar, y hasta salir segundo, no parece importante; ganar era la única opción. Muy triste.

Participar en un Juego Olímpico es la máxima aspiración de cualquier atleta, al margen de si obtiene o no el triunfo. Esto implica felicidad para todos los participantes, por el solo hecho de estar allí compartiendo una fiesta deportiva y fraternal, cosa que no sucede en la mentalidad “futbolera”, donde el que gana se jacta y se burla y el que pierde llora y se amarga. Incluso, en las competencias internacionales de fútbol, con la denominación de “equipos nacionales”, el flamear de las banderas y el canto de los himnos patrios en un clima de gran agitación colectiva, propone y fomenta un retrógrado e inconveniente nacionalismo que no pocas veces genera enfrentamientos colectivos kafkianos absurdos con muertos y heridos.

Esperamos que esto cambiará en el futuro por dos razones espacio-temporales inminentes, como son la adjudicación a la ciudad de Buenos Aires de los Juegos Olímpicos de la Juventud a realizarse en 2018, y la celebración de los XXXI Juegos Olímpicos de Río de Janeiro a celebrarse por primera vez este año en un país sudamericano. Nótese la importancia de este logro, ya que después de haber se celebrado 30 ediciones de estos juegos cuadrienales, por primera vez y venciendo muchas resistencias se llevarán a cabo en un país vecino de nuestro continente, muy cercano y con el cual estamos hermanados por lazos históricos de larga data. 

Uno de los símbolos más destacados y conocidos del Olimpismo son los cinco anillos de distintos colores entrelazados (no superpuestos) sobre un fondo blanco, representando a la unión de los cinco continentes a través del deporte y conteniendo los colores de todas las banderas, que fue presentado en París en 1914 para ser estrenado en los próximos Juegos de 1916 que no llegaron a hacerse por el estallido de la Primera Guerra Mundial. 

Recién en la Post-guerra, Juegos de Amberes 1920, fueron usados por primera vez. La bandera con estas características, blanca, sin orla, y con los aros en su interior es reserva y exclusividad del COI. La efectividad de este símbolo compuesto por círculos, símbolo por excelencia de los Juegos Olímpicos, quizás se explique recordando que desde Platón el círculo es un símbolo de la psique. Mucho después del filósofo griego, el psiquiatra suizo  Carl Jung se refiere al rumor visionario y quizás imaginario de los platillos volantes no identificados de forma circular, como una proyección psíquica trascendente que en todo tiempo se simbolizó con el círculo.

Hoy, poco más de un siglo desde su creación, los aros olímpicos son uno de los símbolos más conocidos en el mundo, si no el más conocido. Según estadísticas confiables y en cierto modo lógicas, es más conocido universalmente que la Cola-Cola, la Cruz, y la Media Luna islámica, lo cual no es poco.

Curiosamente sin embargo, cuando se funda el primer Comité Olímpico Internacional, después del congreso al que he hecho alusión más arriba, entre sus integrantes había un argentino llamado José Zubiaur (*) (1856-1921), quien era un profesor, abogado y al parecer, entre otros cargos, Director en esos momentos del Colegio Nacional de Concordia (Entre Ríos) que –me permito suponer- estaba recorriendo Europa para abrevar en las fuentes del conocimiento occidental, tal como hemos aspirado a hacer todos los intelectuales de esta parte del mundo, siempre mirando al viejo  continente del cual provinieron los ancestros de gran parte de la población argentina. Es sin duda un hecho notable que nos diferencia de la mayoría de los países latinoamericanos, que Argentina haya provisto figuras de renombre mundial como varios Premios Nobel, bailarines, dibujantes, músicos, y hasta una reina y un Papa; y que a través de esa ubicuidad también en este caso más remoto aparezca un compatriota en el primer Comité Olímpico Internacional, rareza inusitada, tan solo casual ya que no es sino mucho más tarde, en París-1924, cuando el país participa por primer vez oficialmente en los Juegos.
No nos falta mucho hoy, cuando tanta agua ha corrido bajo los puentes desde entonces, tan solo desarrollar un espíritu olímpico proclive a la hermandad entre todos los hombres y mujeres independientemente de su nacionalidad, sus creencias y su cultura, que nos hagan mejores como individuos y como pueblo de la gran Nación Argentina.



Por: Lic. Alberto Moro
Director del Museo del Deporte "Pierre de Coubertin"
Dr.Meincke 32-Piso Iº La Falda - Córdoba - Argentina