Comentario
del Magíster Alberto Eugenio Moro, director del Museo del Deporte “Pierre de Coubertin”.
Siempre
me sorprendió la elocuencia, y engreimiento de muchos comentaristas de boxeo
que jamás se calzaron un par de guantes y nunca subieron, y lo que es peor nuca
subirían, a un ring para enfrentarse con un desconocido que los mira con su peor
cara de malévola suficiencia.
Acabo
de ver el partido del Campeonato Mundial
recién nacido sin aborto, en el que Argentina apenas alcanzó un magro empate no
obstante haber luchado y dominado la pelota durante gran parte del partido;
pero ante un rival que aunque no tiene historia futbolística, juega muy bien y
tiene las agallas de los viejos vikingos que otrora asolaban a Europa con sus
recurrentes invasiones. Y que, debiera recordarse, eliminó nada menos que al team de Inglaterra, la cuna del fútbol
como bien sabemos.
Y
sucede lo mismo que en el boxeo con algunos frágiles obesos o delicados petimetres
que se han especializado en la rendidora manía verborrágica del fútbol, en la
que despliegan una erudición histórica y analítica específica que aporta nada
más que para su subsistencia en el éter o la pantalla siendo, seguramente la
forma de conocimiento más al vicio que existe si la consideramos desde el punto
de vista social y filosófico.
No
soy un experto en fútbol como los cuarenta millones de argentinos pero he
jugado hace años en canchas de verdad y no solo en los famosos “potreros”
argentinos; y además sé muy bien lo que significa y lo que se siente en el duro
entrenamiento de máxima exigencia, cosa que es muy improbable que hayan
experimentado los parlanchines que con tanta seguridad y no poca ferocidad se
expiden acerca del funcionamiento del equipo argentino en su debut mundialista.
A
la media hora de haber finalizado el encuentro deportivo en el que a mi juicio
los argentinos jugaron muy bien frente a un rival aguerrido, controlando la
pelota y atacando la mayor parte del tiempo, ya se escuchaban las voces de
algunos periodistas “deportivos”, denostando a nuestro equipo con frases tales
como “Argentina no tiene idea de a lo
que juega… Argentina subestima a su propio equipo… Decepcionó en el debut y no
pudo con Islandia…”
Me
recuerda a los críticos de arte, de quienes alguna vez se dijo que sus
comentarios adversos se deben en muchos casos a la envidia, porque lo que los
caracteriza es que saben cómo se hace, pero ellos no pueden hacerlo…
Por Alberto
E. Moro
Director
del Museo del Deporte Pierre de Coubertin
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