A raíz del traslado de la llama olímpica que realizaremos para la Noche de Gala del Deporte Amateur, te invitamos a conocer un poco más acerca de la historia del simbólico acto.
Dentro del olimpismo creado por el Barón
Pierre de Coubertin hay 2 símbolos muy importantes: la llama y el pebetero
olímpico. Esta actividad surge como tributo a “la carrera de antorchas”,
competencia donde los deportistas recorrían determinada distancia y los
ganadores, tenían el honor de prender el pebetero a los pies de Prometeo,
semidiós que les robó el fuego a los Dioses para entregárselo a los
humanos.
Esta representación, que tiene un
componente de carácter religioso, fue tomada por el organizador deportivo Carl
Diem en el año 1936 para trasladar el fuego desde el templo de Hera, hasta la
ciudad donde se realizaban los Juegos Olímpicos.
Es muy importante aclarar que la
“antorcha” surge después de lo que se denomina pebetero. Este último elemento,
apareció en los Juegos de Ámsterdam 1928 y formó parte de un concurso de
arquitectura donde el ganador debía construir un pebetero donde se encendiera
un fuego y tuviera una cierta altura para que sea visto por todos los
ciudadanos.
Dentro del movimiento olímpico hay varios
principios:
- Poner
el deporte al servicio de la humanidad,
- Organizar
los Juegos Olímpicos,
- Accionar
en favor de la paz y en contra de la discriminación,
- Promocionar
la participación femenina en el deporte, la ética del fair play y la
inclusión,
- Luchar
contra el dopaje,
- Accionar
en favor del deporte y el cuidado del medio ambiente,
- Proteger y difundir los símbolos olímpicos.
Además, Pierre de Coubertin, consideraba
al fuego como una simulación de lo que hacían los heraldos cuando 30 días antes
y 30 días después de los Juegos, recorrían Grecia anunciando el suceso.
La llama no solo habla de la unión entre distintas culturas, sino que es un llamado para que los jóvenes del mundo practiquen deporte en espacios de paz, ameno, igualitario y seguro.
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