26.3.20

Espacio Retro: en la previa de Tokio 1964



Elegida por segunda vez la ciudad de Tokio como sede de los Juegos Olímpicos, Alberto E. Moro, nos comparte este artículo que publicó en 1963.


TOKIO PRE-OLÍMPICO

Tokio y sus diez millones y medio de habitantes viven ya una suerte de psicosis colectiva cuyo origen radica en la enorme responsabilidad que significa la organización de los XVIII Juegos Olímpicos, evento monstruoso que barre con un soplo las fronteras del mundo para acercar en fraternal abrazo a todos los deportistas del orbe. Y digo todos porque si bien unos pocos privilegiados posarán realmente sus plantas en la tierra de los cerezos en flor, todos sin excepción estarán presentes en espíritu cuando los acordes de la Marcha Olímpica anuncien la apertura de los Juegos.

De los 285 participantes en Atenas 1896, se llega a los 5.902 representantes de 85 naciones en Roma 1960, siendo ésta la más grande Olimpíada de la historia.

¿Qué pronósticos pueden hacerse respecto a la próxima, que se celebrará en la ciudad de Tokio-Japón en 1964?

Dos nuevos deportes con su buen contingente humano, el Yudo y el Voleibol, se incorporan al programa olímpico, y los organizadores, basándose en las cifras de Roma, cuentan con la probable participación de 8.000 deportistas y la concurrencia de 30.000 visitantes.

Si bien Japón ha tomado parte desde Estocolmo 1912 en los Juegos Olímpicos, con la sola excepción de Londres 1948 (post-guerra), es la primera vez que esta magna competencia se realiza en Asia, lo cual presentó una serie de problemas a resolver, de orden urbano e idiomático. Los primero parecen estar solucionados ya que las instalaciones deportivas, de modernísima concepción arquitectónica la mayoría, están recibiendo las últimas pinceladas y se encuentran ubicadas en el corazón de la ciudad, en los famosos jardines del Templo de Meiji, célebres por la variedad de su árboles y el pintoresquismo de los caminos que lo atraviesan.

El problema difícil de resolver, que compromete por igual a japoneses y visitantes, es el del idioma oficial de los Juegos, que será probablemente el japonés. Los intérpretes capacitados son sumamente raros, y aún en los hoteles es difícil encontrar personal que hable otros idiomas que no sean japonés o inglés. Además, los nombres de las calles, los indicadores del transporte, etc., se encuentran exclusivamente escritos en japonés antiguo en algunos casos y japonés moderno en otros, complicaciones todas que hacen que el moverse en esta ciudad, la más grande y seguramente una de las más desorganizadas del mundo, se asemeje más que ninguna otra cosa a una verdadera proeza olímpica.

Los japoneses, encabezados por el Emperador Hirohito, Presidente Honorario de los Juegos, han hecho de los mismos una cuestión de orgullo nacional y no solo piensan solucionar los inconvenientes que su celebración plantea, sino que están decididos a mejorar su ya asombroso desempeño de Roma 1960, donde compitieron con equipos completos en los 20 deportes que componen el programa olímpico.

Por rara paradoja, el deporte más difundido en el Japón es el béisbol que no se disputa en las olimpíadas. No obstante, la difusión de los demás deportes es extraordinaria merced al apoyo oficial a los mismos que caracteriza a todo país evolucionado. Al béisbol le sigue el Yudo, con 4 millones de adeptos entre los cuales hay 460.000 “cinturones negros”.

La Federación Atlética cuenta con 200.000 afiliados, aunque no ha logrado aún promover al estrellato internacional a ninguna de sus figuras.
La larga y exitosa tradición natatoria de los japoneses, hace que haya 50.000 inscriptos en los clubes privados y alrededor de 300.000 nadadores en las universidades y colegios.

En gimnasia deportiva, el equipo japonés, campeón olímpico en Roma, sigue siendo sin lugar a dudas el más poderoso del mundo, como lo prueban los resultados de la Semana Preolímpica Internacional, disputada recientemente en Tokio, donde los 6 nipones participantes hicieron suyos los seis primeros puestos en la clasificación general, seguidos por la esperanza de Europa, el yugoeslavo Miroslav Cerar, y el Campeón Olímpico de Roma, el ruso Boris Chakline. Alrededor de 10.000 japoneses practican gimnasia en aparatos, y 90 gimnastas han efectuado satisfactoriamente en la preselección el programa obligatorio completo en las seis disciplinas olímpicas masculinas.
Entre los deportes de conjunto el fútbol, que se practica desde hace 70 años en Japón, cuenta con 150.000 jugadores; mientras que el básquetbol, introducido 20 años más tarde, en 1913, posee un caudal de 50.000 adeptos.

Uno de los deportes más populares es el Voleibol, practicado por 4 millones de personas de las cuales 1 millón afiliadas oficialmente. La difusión de este deporte se debe al hecho de que se lo ha tomado como una manera de evadirse de la rutina y falta de ejercicio que sufren todos los habitantes de una gran urbe, como lo prueban las numerosísimas canchas que se observan en las azoteas de Tokio.

Todo el país vive, como decíamos al iniciar este artículo, una verdadera histeria colectiva pre-olímpica, con campañas publicitarias nunca vistas hasta la fecha, sellos postales alusivos,  afiches y viñetas en color, contribuciones voluntarias, campañas para suprimir la propina, cursos de intérpretes, refacción de hoteles, remodelación de calles y arreglos edilicios de todo tipo. En suma, todos los hijos del Sol Naciente volcados a la concreción de un sueño: la olimpíada “Made in Japan”.

Ningún detalle se descuida. En el Estadio Olímpico ya están colocados los mástiles para las banderas de los países participantes. Ya se han previsto dos tipos de alojamiento para los deportistas: uno al estilo clásico europeo y el otro, optativo, al estilo japonés con todo el encanto de sus tradiciones milenarias. Se está instalando un revolucionario sistema electrónico de Teleprocessing IBM que permitirá al periodismo y al público de cada estadio conocer con precisión e instantaneidad los resultados de las competencias que se estarán realizando simultáneamente en los otros centros deportivos.

Otra elocuente demostración del esmero puesto en la organización de los XVIII Juegos Olímpicos, lo proporciona el hecho de saberse que la música que prestará marco a la Ceremonia de Apertura, destinada a ejecutarse solo en esta ocasión, es una pieza de 35 segundos de duración que fue seleccionada entre las composiciones de 414 autores de todo el mundo, después de 5 sucesivos y minuciosos exámenes, considerándose que la misma representa el gusto tradicional japonés.

La Llama Olímpica, encendida en Olympia-Grecia con el calor del sol como en la antigüedad, pero con el toque moderno de un espejo parabólico reflector, no seguirá hasta Japón como se había pensado por la ruta de las legendarias Caravanas de la Soja, sino que –menos románticamente- será transportada por avión hasta Okinawa, haciendo escalas en Estambul, Ankara, Beirut, Damasco, Bagdad, Teherán, Kaloud, Lahore, Nueva Delhi, Katmandú, Calcuta, Dakka, Rangún, Bangkok, Kuala Lampur, Jakarta, Saigón, Manila, Taipei, Hong-Kong y Seúl, para dejar en cada ciudad una parte de su luz.

Desde Okinawa, la llama sagrada será llevada hasta Tokio por jóvenes atletas de 16 a 20 años, en relevos por todas las ciudades importantes de Japón.

Todo lo consignado nos permite pronosticar, asegurando a estos Juegos un éxito sin precedentes, tanto en número de concurrentes como en nivel técnico y organizativo, así como una fastuosidad digna del legendario pasado oriental.

Aunque no todos podamos viajar a Japón para presenciar los prometedores Juegos Olímpicos de 1964, nos quedará seguramente el consuelo de ver un artístico enfoque de los mismos en la película que documentará sus alternativas, y cuya realización ha sido encomendada a Akira Kurosawa, el famoso director del film Rashomon. Eso si no nos sucede lo que con “La Gran Olimpíada”, documental de la de Roma 1960 que nos emocionó hasta las lágrimas, a pesar de que recién se vio en Buenos Aires, con inexplicable atraso, en Noviembre de 1963, cuando esto se escribe.


Por Alberto E. Moro
Buenos Aires, octubre de 1963


La Confederación de Deportes agradece a Alberto Moro, por la generosidad de compartir este artículo que nos invita a conocer, recordar y destacar datos curiosos que han dejado huella en la historia de los Juegos Olímpicos.





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